Sinopsis
Théophile Gautier sintió desde muy niño un especial apego
por los animales, y en particular por los gatos, seres en adelante
indisociables de su paisaje íntimo y doméstico y del balance
de su experiencia de vida. En Zoológico privado, involuntarias
memorias de infancia y juventud y autorretrato al sesgo
del autor, nos los presenta con profusión de detalles en su
inquietante familiaridad, ya sea durmiendo a su lado o a los
pies de la cama, sentados en el brazo del sillón que el autor
empleaba para escribir, siguiéndolo en sus paseos matutinos por
el jardín, jugando con sus libros o amenizando silenciosamente
sus comidas, no sin robarle algún que otro bocado del plato.
Pero el imaginario que Gautier nos revela en su recuento
biográfico expande su mirada hacia otros seres afines, haciendo
patente el vínculo que conecta sus trayectorias vitales y
desplegando así toda una cosmovisión panteísta a través de
su amor por la naturaleza. Perros, loros, caballos, camaleones,
lagartijas, urracas... recorren estas páginas regalándonos gestos
llenos de humanidad. He aquí el bestiario íntimo de un autor
que, al decir de Baudelaire, se antoja a un mismo tiempo
heredero y partícipe de «la gran escuela de la melancolía»
creada por Chateaubriand. Un arca literaria que ha preservado
para los lectores algunos de los mejores pasajes que se hayan
escrito nunca sobre la condición animal.
Nota biográfica
THÉOPHILE GAUTIER (Tarbes, 1811-1872) nació
en el seno de una familia de clase media-baja
con la que muy pronto hubo de instalarse
en París. Estudió en el Lycée Louis-le-Grand
y en el Lycée Charlemagne, donde se hizo
amigo del poeta y novelista Gérard de Nerval.
Sus predisposiciones naturales orientaban
su vida hacia la pintura hasta que conoció a
Victor Hugo, quien le inculcó su gusto por la
literatura. Gautier asistió con entusiasmo al
estreno de su drama Hernani en febrero de 1830.
Durante esta velada, que pasaría a la historia
literaria francesa, tomó partido por la fracción
romántica que defendía a Hugo contra los
partidarios del clasicismo. En ese mismo
año aparecerá su primera colección de
versos, financiada por su padre. En 1835,
Honoré de Balzac le ofrece una colaboración
con el periódico La Chronique de Paris.
Gautier publicará en él (a menudo por
necesidad) varios cuentos y críticas de arte.
También colaborará con France littéraire y
La Presse hasta 1855, consagrándose luego
al periódico Le Moniteur universel hasta su
desaparición en 1868. Viajero infatigable,
Gautier se declaró siempre fiel a las elecciones
estéticas de su juventud, y, aunque su escritura
evolucionase a la postre hacia el formalismo,
siguió siendo romántica hasta el final. En
las últimas décadas, la efervescencia de los
estudios críticos en torno a su obra ha hecho
justicia a un escritor admirado por autores
de la talla de Mallarmé o Baudelaire (quien
le dedicó Las flores del mal), pero también
marginado por muchos de sus contemporáneos.
Ecos de la crítica
Théophile Gautier es el escritor por excelencia (...), un escritor cuyos méritos son, a la vez, nuevos y únicos. De él podemos decir que, hasta el momento, no tiene «doble». (...) Ante la posteridad será uno de los escritores maestros, no sólo de Francia, sino de Europa
CHARLES BAUDELAIRE